martes, 31 de marzo de 2009

Ser Orestes (inyectado) | p-fr Bataille - Lo imposible

(Bataille. Lo imposible)


SER ORESTES (inyectado)


La mesa de juego es esta mesa estrellada en donde caigo,
arrojado como un dado sobre un campo de efímeros posibles.
Ninguno de nosotros es, en principio, más que un dado, sacando al azar, del fondo de un abismo, cualquier insignificancia.

Al ser una caída ciega en la noche, excedo mi voluntad a pesar mío;
y mi miedo es el grito de una infinita libertad.
No es totalmente caer en el vacío: así como la caída abarca un grito, se eleva una llama, pero la llama es como un grito inaprensible.
Indudablemente, lo peor es una duración relativa que dé la ilusión de que se agarra, de que se agarra al menos. Lo que queda en las manos es la mujer y una de dos, o se nos escapa ella, o la caída en el vacío es el amor que se nos escapa: nos tranquilizamos en el último caso, pero como los necios. Lo mejor que puede ocurrirnos es tener que buscar el memento perdido (en el que secretamente, hasta quizá con felicidad, pero preparados a morir, hemos lanzado nuestro único grito).

La libertad no sirve si no se vive al borde de los límites donde toda comprensión se desintegra.
La desnudez de la otra noche es el único punto de aplicación de mi pensamiento que lo deja por fin desfallecer

Si yo no excediese mediante un salto la naturaleza "estática y dada",
estaría definido por las leyes.
Pero la naturaleza me juega, me arroja más allá de ella misma
En el juego que excede a la naturaleza, es indiferente que yo la exceda o que ella misma se exceda en mí (la naturaleza es totalmente, quizá, exceso de sí misma) pero, con el tiempo, el exceso de inserta por fin en el orden de las cosas (moriré en ese momento)

Momentos de ebriedad en los que desafiamos todo, cuando, levada el ancla, nos lanzamos alegremente al abismo.
momentos únicos en que nos liberamos totalmente de la tierra (de las leyes)…
Nada existe que no tenga ese sentido insensato -común a las flamas, a los sueños, a las risas locas- en esos momentos en que la consumación se precipita, sobrepasando el deseo de permanecer.

Soy, en el seno de una inmensidad, un más que excede esta inmensidad
Mi felicidad y mi ser se desprenden de este carácter excedente
la sombra de Dios se había disipado y le faltaba su inmensidad tutelar; necesitaba vivir una inmensidad que no limite ni proteja.


Lo que soy (mi risa y mi felicidad ebrias) no es menos un juego,
librado al azar, puesto a disposición de la noche, arrojado como un perro.

El cielo se extiende, inmenso y oscuro, por encima de ti, y la malvada claridad de la luna, asomando tras una nube que aleja al viento, no hace sino ennegrecer la tinta de la tormenta. No existe nada sobre la tierra y el cielo, en ti y fuera de ti, que no concurra a tu abatimiento.

El viento de la verdad ha respondido como una cachetada
¿será el enunciado de la verdad una forma de entrar en duda y de engañar con mayor perfección? (1)

El corazón es humano en la medida en que se rebela

Un poeta no justifica -no acepta- totalmente la naturaleza.
La verdadera poesía está fuera de la ley. Pero la poesía acepta, finalmente, la poesía.
O la poesía se desliza hacia el embellecimiento. A cada esfuerzo que hago por alcanzarlo, el objeto de mi anhelo se convierte en lo opuesto.
El esplendor de la poesía [es] el esplendor de un fracaso. El sentido de la poesía se aniquila en su opuesto, en un sentimiento de odio a la poesía. La poesía que no se eleva al no-sentido de la poesía no es más que el vacío de la poesía, es sólo una bella poesía

Cuando al aceptar la poesía se la cambia por lo contrario
Retengo el salto dentro del cual yo excedería al universo,
justifico el mundo dado, me contento con él.
Cuando entreveo, como hoy, el fondo simple de las cosas, sé que debería callarme: estoy posponiendo al
hablar el momento de lo irremediable.

¡Insertarme en lo que me rodea, explicarme o no ver en mi insondable noche, sino una fábula para niños! ¡No!...
Renunciaría al juego…
En realidad, al comediante no le importaba B. No se podría siquiera decir que la amara. Su pretendido amor no tenía más sentido que la angustia que de él sacaba. Lo que amaba era la noche. Prefería a B. a otras mujeres, porque ella lo evitaba, le huía y, durante sus largas huidas, estaba bajo las amenazas de muerte. Amaba la noche verdaderamente, como un enamorado ama a la mujer de su vida.

Me niego, me rebelo, pero por qué perderme.
Si delirara sería simplemente natural.

El delirio poético tiene su lugar en la naturaleza. La justifica, acepta embellecerla.
El rechazo pertenece a la conciencia clara que mide lo que le sucede

El juego sin retorno de mí mismo, el ir más allá de todo lo dado exige no sólo esta risa infinita, sino también esta lenta meditación (insensata, pero por exceso)
La lucidez de A. depende de una ausencia de deseo. La mía es la consecuencia de un exceso: sin duda es también la única verdadera. Si sólo es una negación del delirio, la lucidez no es totalmente lúcida, es un poco todavía el miedo de llegar hasta el final, convertido en aburrimiento, es decir, en desdén del objeto de un deseo que excede
No vemos que la simple lucidez que alcanzamos es también ciega. Es necesario advertir al mismo tiempo la mentira y la verdad del objeto. Debemos saber, indudablemente, que nos estamos engañando, que el objeto es, antes que nada, lo que discierne un ser sin deseo, pero es también lo que un deseo discierne en él.

Es la penumbra y el equívoco. La poesía aleja al mismo tiempo del día y de la noche. No puede cuestionar ni accionar este mundo que me ata.

La naturaleza puede aniquilarme -reducirme a lo que ella es, anular el juego más allá de ella- que exige mi locura, mi alegría, mi vigilia infinitas.
El coraje de reír, el salto irracional y la calma lucidez son exigencias del jugador, hasta el día en que la suerte lo abandone- o la vida.
Algún día dejaré el mundo: entonces la noche será la noche y yo moriré. Mientras vivo lo que amo es el amor que la vida le tiene a la noche. Puesto que tiene la fuerza necesaria, es bueno que mi vida sea la espera/el anhelo de un objeto que debe conducirla a la noche. Sufrimos inútilmente buscando la felicidad: la noche misma exige de nosotros la fuerza de amarla.

Me acerco a la poesía: pero para traicionarla.


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(1) Esa parte de verdad que obtenemos de los juegos de la inteligencia…
¿Cómo negar la profundidad y la extensión de la inteligencia?
Y, con todo.
El grado máximo de inteligencia es de inmediato su desfallecimiento.
Se desvanece: lo que define la inteligencia del hombre es que se le escapa. Vista desde fuera, sólo es debilidad.
La máxima inteligencia es en el fondo la mejor engañada: pensar que se aprehende la verdad cuando sólo se huye de ella, y vanamente, es la evidente necedad de todos.




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Trastienda:
Todo el texto se compone de citas "textuales". No se indican en todos los casos los saltos -"(…)"- entre distintas partes del texto original. (Bataille, Lo imposible. Ed Nacional, Madrid)
Se han hecho algunas modificaciones en la puntuación, para darle coherencia y cohesión el producto final.
En bordó, el poema "Ser Orestes", 'apenas' retocado
En azul, 'inyecciones' de cualquier parte del libro