sábado, 30 de enero de 2010

el olvido es la atención más extremada (*)

goteo continuo del lenguaje
lenguaje hablado para nadie
todo sujeto no representa más que un pliegue gramatical

espacio neutro donde ninguna existencia puede arraigarse
la palabra es la inexistencia manifiesta de aquello que designa
el ser del lenguaje es la visible desaparición de aquel que habla


“decir que entiendo estas palabras
no sería explicarme la extrañeza peligrosa de mis relaciones con ellas
aquello que designan me aboca hacia ese afuera de toda palabra,
aquello que no habla y que, sin embargo, ha sido dicho para siempre”

anonimato del lenguaje liberado y abierto hacia su propia ausencia de límite

Durante mucho tiempo se creyó que el lenguaje era dueño del tiempo; profecía o historia
se creyó que su esencia se encontraba en la forma de las palabras o en el soplo que las hacía vibrar.
Pero no es más que rumor informe y fluido

su fuerza está en su disimulo;
es una sola y misma cosa con la erosión del tiempo;
olvido sin profundidad y vacío transparente de la espera.


La espera, en cuanto a ella, no tiene ningún objeto,
pues el objeto que viniera a colmarla no tendría más remedio que hacerla desaparecer.
tampoco es inmovilidad resignada sobre el propio terreno;

tiene la resistencia de un movimiento que no tuviera término
ni se prometiera jamás la recompensa de un descanso;
no se encierra en ninguna interioridad;
hasta sus más mínimas parcelas se encuentran en un irremediable afuera.

Lo que la ampara no es la memoria, sino el olvido.

olvido que no hay que confundir ni con la disipación de la distracción,
ni con el sueño en que se adormecería la vigilancia

olvido hecho de una vigilia tan despierta, tan lúcida, tan madrugadora
que es más bien holganza de la noche
y pura abertura a un día que no ha llegado todavía.
El olvido es la atención más extremada
tan extremada que hace desaparecer cualquier rostro singular que pudiera ofrecérsele

Desde el momento en que está determinada, una forma es a la vez
inmediatamente rechazada por la pureza de la espera
y condenada por lo mismo a la inminencia del olvido



En su ser que espera y olvida,
el lenguaje no es ni la verdad ni el tiempo,
ni la eternidad ni el hombre,
sino la forma siempre rehecha del afuera
deja ver en el relámpago de su oscilación indefinida,
el origen y la muerte


El puro afuera del origen,
no se fija jamás en una positividad inmóvil y penetrable;
y el afuera continuamente reanudado de la muerte,
no plantea jamás el límite a partir del cual se dibujaría finalmente la verdad.

Se desploman inmediatamente uno sobre otro;
el origen tiene la transparencia de aquello que no tiene fin,
la muerte da acceso indefinidamente a la repetición del comienzo.

Y lo que es el lenguaje
(no lo que quiere decir ni la forma en que lo dice),
lo que es en su ser,
es esta voz tan tenue, esta regresión tan imperceptible,
esta debilidad en el fondo y alrededor de cualquier cosa, de cualquier rostro,
que baña en una misma claridad neutra -día y noche a la vez-,
el esfuerzo tardío del origen, la erosión temprana de la muerte.

el lenguaje se desvela como transparencia recíproca del origen y de la muerte


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(*) hecho con pedacitos de "Maurice Blanchot: El pensamiento del afuera" (Michel Foucault), Parágrafo 8: Ni uno ni otro