sábado, 6 de noviembre de 2010

dos cosas son solamente necesarias (*)

" De este modo, nos ubiquemos en lo bajo o en lo alto de la serie de los animales, encontramos siempre que la vida animal consiste: 1º en procurarse una provisión de energía, 2º en gastarla, por la mediación de una materia tan flexible como fuera posible, en direcciones variables e imprevistas.
Ahora bien, ¿de dónde viene la energía? Del animal ingerido, pues el alimento es una especie de explosivo, que sólo espera una chispa para descargar la energía que almacena. ¿Qué ha fabricado este explosivo? El alimento puede ser la carne de un animal que se habrá nutrido de animales, y así sucesivamente; pero a fin de cuentas, es en el vegetal que se desembocará. Sólo él recoge realmente la energía solar. Los animales no hacen más que tomarla, directamente, o pasándosela unos a otros. ¿Cómo ha almacenado la planta esta energía? Por la función clorofílica sobre todo, es decir por un quimismo sui generis cuya clave nosotros no tenemos, y que probablemente no se asemeja al de nuestros laboratorios. La operación consiste en servirse de la energía solar para fijar el carbono del ácido carbónico, y por tanto, para almacenar esta energía como se almacenaría la de un cargador de agua que la empleara para llenar un depósito elevado: una vez ascendida el agua podrá poner en movimiento, como se quiera y cuando se quiera, un molino o una turbina. Cada átomo de carbono fijado representa algo así como la elevación de ese peso de agua, o como la tensión de un hilo elástico que habría unido al carbono al oxígeno en el ácido carbónico. El elástico se distenderá, el peso caerá, la energía puesta en reserva al fin se recuperará el día en que, por una simple activación, se permita al carbono ir a reunirse con su oxígeno.
De tal manera que la vida, animal y vegetal, aparece por entera, en lo que tiene de esencial, como un esfuerzo para acumular energía y para soltarla después dentro de canales flexibles, deformables, en cuyos extremos cumplirá trabajos infinitamente variados. Esto es lo que el
impulso vital, que atraviesa la materia, quisiera obtener de una vez. Lo lograría, sin duda, si su potencia fuera ilimitada o si pudiera llegarle alguna ayuda de afuera. Pero el impulso es finito, y ha sido dado de una vez por todas. No puede superar todos los obstáculos. El movimiento que imprime es en unos casos desviado, en otros dividido, siempre contrariado, y la evolución del mundo organizado no es más que el despliegue de esta lucha. La primera gran escisión que debió efectuarse fue la de los dos reinos vegetal y animal, que resultan así ser complemetarios uno del otro, sin que haya sido establecido no obstante un acuerdo entre ellos. No es para el animal que la planta acumula energía, es para su propio consumo; pero su gasto es menos discontinuo, menos concentrado y, por consiguiente, menos eficaz de lo que exigía el impulso inicial de la vida, esencialmente inclinado hacia los actos libres: el mismo organismo no podía sostener con igual fuerza los dos roles a la vez, acumular gradualmente y utilizar bruscamente. Debido a eso, por sí mismos, sin ninguna intervención exterior, por el sólo efecto de la dualidad de tendencia implicada en el mpulso original y de la resistencia opuesta por la materia a dicho impulso, algunos organismos se sostendrán en la primera dirección, otros en la segunda. A este desdoblamiento se sucederán muchos otros. De allí las líneas divergentes de evolución, al menos en lo que poseen de esencial. Pero hace falta tener en cuenta regresiones, detenciones, accidentes de todo tipo. Y es preciso recordar, sobre todo, que cada especie se comporta como si el movimiento general de la vida se detuviera en ella misma en lugar de atravesarla. Ella no piensa más que en sí, no vive más que para sí. De allí las luchas sin número cuyo teatro es la naturaleza. De allí una desarmonía sorprendente y chocante, pero de la que no debemos hacer responsable al principio mismo de la vida.
Así pues, en la evolución la parte de la contingencia es grande. Contingentes son, con la mayor frecuencia, las formas adoptadas, o más bien inventadas. Contingente, relativa a los obstáculos entontrados en tal lugar, en tal momento, es la disociación de la tendencia primordial en tales o cuales tendencias complementarias que crean líneas divergentes de evolución. Contingentes las detenciones y los retrocesos; contingentes, en una amplia medida, las adaptaciones. Dos cosas son solamente necesarias: 1º una acumulación gradual de energía, 2º una canalización elástica de esta energía en direcciones variables e indeterminables, al extremo de las cuales están los actos libres."

* [Bergson. La evolución creadora. (ed cactus pp. 259/261)]
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